" cinódromo: mayo 2013
Powered By Blogger

martes, 21 de mayo de 2013

La soledad del corredor de fondo/ Tony Richardson/ Gran Bretaña 1962



Me ha gustado mucho la frescura con la que retrata Tony Richardson, representante de la que se dio en llamar corriente Free Cinema inglés, el mundo de la juventud, la delincuencia, el futuro y la reinserción social.

Hay una alegoría interesantísima en el título. La soledad del corredor de fondo es correr sin una meta concreta, como dirán en el film, y eso podría estar diciendo algo así como que uno vive la vida sin planes, dejándose llevar, sin ataduras y responsabilidades que te anulen desde cualquier punto de vista : – laboralmente, socialmente, institucionalmente –. Colin Smith es el protagonista que se siente así y que no tiene ningún tipo de aspiración social que pase por lo que quieren los demás, ninguna meta a la que llegar, ningún camino parecido al que recorrió su padre tristemente (en su trabajo y con su mujer, la madre del chico), que lo deshumanice y lo haga ser un infeliz en cualquiera de los trabajos en los que lo normal es la explotación y las malas condiciones laborables, donde se consigue un poco de dinero cuando ya has estirado la pata y la empresa te “agradece” los servicios prestados.




 



Hay paralelismos entre este film y La Naranja Mecánica en cuanto a la educación y la reinserción de delincuentes, con diferentes tratamientos (en la Naranja Mecánica la violencia será extrema, y la “curación” también), pero con un fondo común, y tratando temas parecidos (la política conservadora y represora en muchos casos también aparece en ambos films).

El Estado y las instituciones que lo sustentan tienen una hoja de ruta para reconducir a los que consideran una plaga, por lo menos así lo creen algunos de los miembros responsables políticos que tienen el cometido de gestionar la política penitenciaria e interior de la Gran Gran Bretaña (no me he equivocado al repetir Gran). No se mira tanto al individuo y sí mucho el engranaje social y lo establecido. Las instituciones no se preguntan tanto ni se preocupan de las condiciones de esa juventud malparada, de sus vidas y de los problemas familiares que puedan tener. En la película hay una especie de amago terapéutico, bastante chistoso, al que quiere ser sometido Smith: un simulacro crítico con el reformatorio al que va a parar el chico por el robo de un dinero en una panadería ayudado por su amigo de correrías. En el centro hay cierta disciplina y la rebeldía de Smith no es tomada demasiado en serio cuando el director sabe de las dotes como corredor del muchacho. Este hecho es aprovechado por el director para su triunfo personal, para conseguir él, y su institución, un prestigio que parece ser el único motivo por el que le mueve ese interés y atenciones hacia la promesa atlética: una reinserción a la carta interesada e hipócrita. Alguien podría pensar que así también se le está ayudando al chico… pero es que resulta que el chico no quiere eso porque no quiere ser dirigido y que se aprovechen de sus aptitudes. El director pretende que la meta del chico sea alcanzada en primer lugar para su satisfacción. Cuando ve las posibilidades lo ayuda con privilegios y atenciones que no son muy bien vistas por algunos de los compañeros del reformatorio. Smith pasa por eso por su propia comodidad y para no pasarlo mal allí dentro, y más con una actitud desafiante que es reprochada al principio por el mismo director del reformatorio, para ver qué puede salir de ahí; pero en el fondo Colin aborrece que lo traten mejor que al resto por un interés egoísta, “patriotero”, hipócrita. En el muchacho prevalece un sentimiento que podría tener algo que ver con el anarquismo en cuanto a la negación de cualquier tipo de autoridad que dirija su vida, y con el socialismo en lo que él considera clasismo por poder económico. A Colin Smith lo consideraría un anarquista en Espíritu, vital, y un socialista en lo que tiene que ver con el pragmatismo político. 



La libertad del chico será experimentada de un modo intenso, sin importarle responsabilidades que lo hagan agachar la cabeza, aunque en momentos concretos su madre le recuerde que tiene que hacer algo de provecho. Su vida fuera del reformatorio, antes de su encierro, que en la película se retrata con flashbacks integrados perfectamente en la historia, de una fluidez digna de mención, maravillosa, trascurre entre las salidas con su amigo y dos chicas con las que están saliendo ambos, y una convivencia familiar en la que se dará perfecta cuenta de las miserias de la vida que viven todos, aunque él se entretenga de una forma divertida y descarada (el robar no le importará; mejor robar que trabajar y ser como el padre – recién fallecido –) en compañía de su amigo y las dos chicas a las que acaban de conocer, mujeres jóvenes, existencialmente desencantadas y con un futuro más que dudoso en cuanto a su felicidad.
 

 



El tono de la película es simpático, no así el fondo, más bien duro y dramático. Este hecho lo dará sobre todo el que haya momentos de picaresca, muy vitales, en los que nos damos cuenta de que los muchachos no son tan malos chicos, sólo producto de una educación y de una situación que no les va del todo, y de la que se ríen (momento en la que le quitan la voz de la televisión al político – creo que al primer ministro británico – y éste parece más un payaso que otra cosa hablando y gesticulando… y los tíos muriéndose de risa, mofándose de lo que representa ese hombre y las mentiras que suelta sin disimulo, descaradamente…). La relación que mantiene con las chicas (y su amigo) es natural, sana, típicamente juvenil, emocionante y con una dosis de locura divertida, pero sin reacciones o comportamientos salidos de madre o perniciosos. Hay buenos sentimientos, tiernos (entre las dos parejas) y camaradería (entre Colin y su colega).

En definitiva: una maravillosa película británica de los sesenta, muy recomendable y difícil de olvidar si se tiene la oportunidad de ver.

sábado, 18 de mayo de 2013

Malas Tierras/ Terrence Malick/ Estados Unidos 1973




Esta historia entre Holly Sargis (Sissy Spacek) y Kit Carruthers (Martin Sheen) más que racionalizarla hay que sentirla, experimentarla desde una posición de alguien que observa las evoluciones de dos personas especiales, diferentes en casi todo al resto de los mortales. Terrence Malick hace una película magistral, retrata un mundo a parte, un microuniverso de una pareja que vive para ella misma y su locura en una relación al límite.

Los jóvenes protagonistas son dos “extraterrestres” viviendo su personalísima historia de amor, su enganche emocional que los conducirá (nunca mejor dicho ya que nos encontramos ante una road movie) a una espiral de violencia, originada y ejecutada por él, pero con el “beneplácito” de Holly, sin que en momento alguno Spoiler (No leer nada del spoiler en azul para no descubrir partes de la película), ni siquiera cuando Kit se carga al padre de la chica poco después de no aceptar el hombre la relación entre ambos Fin Spoiler (Ya se puede seguir leyendo sin problema) parezca que la mujer intenta cambiar el curso de lo que acontece.



 



Kit y Holly son dos seres únicos, con sus peculiaridades y contrastes: él con una parte chunga que asusta, pero con una simpatía y personalidad no carente de atractivo cuando el panorama está calmado y no reaparece esa locura tóxica; Holly de una sensibilidad patente para algunos aspectos vitales que remueven su interior, si bien no tanto para otros de una evidente trascendencia para la mayor parte de la gente, como su apatía en reaccionar cuando surge en su chico la violencia más atroz; una existencia la de Holly Sargis marcadamente consciente en otros terrenos, llena de preguntas y remordimiento, contemplada desde una perspectiva inocente, en la mayoría de las ocasiones inmadura (su edad también podría ayudar en esto), al vivir en un mundo de hadas que se ha convertido de buenas a primeras en un cuento de pesadilla, pero ojo: sin que a ella se lo parezca porque su chico es especial y ella así lo quiere, aunque, de esto sí, esté convencida, sea consciente, de que su travesía acabará más bien pronto que tarde, y mal.



Malas tierras es una historia durísima. Hay escenas, sobre todo la impactante en la casa del padre de Holly, cuando se juntan en el lugar padre, hija y novio de ésta, trágicas y crudas en su ejecución (a mí me parecen muy realistas), con similitudes al Lars Von Trier más descarnado, que aparecen como si nada, de repente y después de no apreciar nada que lleve a pensar que los acontecimientos se irán a torcer tanto. Una relación la de estos chicos que descoloca, sobre todo cuando se enciende la mecha, y no me estoy refiriendo en este caso a la del amor precisamente (que también, al modo de ambos) sino de la dinamita.


Otras parejas de cine con paralelismos a la de Malas Tierras: Asesinos Natos, Amor a quemarropa, Bonnie & Clyde.





martes, 7 de mayo de 2013

Raíces Profundas/ George Stevens/ Estados Unidos 1953



Antológico western protagonizado por un muy acertado, prodigioso en su contención dramática me atrevería a decir, Alan Ladd en uno de los papeles que más éxito le dieron en su dilatada carrera como actor (posee en su haber 98 títulos, en una época en la que podían realizarse en un año hasta 3 o 4 películas, ahí es nada). Clint Eastwood realizó un gran remake en el año 1985 titulado El jinete pálido, una mezcla equilibrada y efectiva, que resultó muy entretenida, entre el clásico cine del Oeste y esa tendencia surgida en los 60 y 70 llamada Spaghetti Western en la que un director como Sergio Leone era su mayor e indiscutible valor.

Me gusta todo de esta película dirigida por George Stevens, hasta esos momentos medio ñoños que se dan en la relación entre el pistolero y el niño, hijo del matrimonio dueño de la granja a la que va a parar Shane, el protagonista interpretado por Alan Ladd. Esa sensibilidad (que no sensiblería) es aceptada por la gran admiración que siente Joey Starrett (el niño rubito, tierno y simpático) por el nuevo y enigmático huésped que ha hecho acto de aparición en la vida de su familia. A ese pasado oscuro que acompaña a Shane, algo que no deja de darle atractivo por la fuerza y misterio que desprende, se le añadirá nobleza y ternura en los momentos necesarios, sobre todo en la relación de afecto que mantiene con Joey y el compromiso con la familia de éste acosada por un ganadero poco escrupuloso a la hora de intimidar no sólo a ellos sino a otros granjeros del territorio a los que quiere arrebatar sus tierras.

Una vez tome partido por los, en teoría, más débiles, nuestro protagonista será uno más entre la comunidad de granjeros que luchan por lo suyo.



Shane se querrá redimir de su pasado violento. Esa lucha interior lo hará más querido entre sus nuevos amigos (y con Joey) al haber en el hecho cierta tristeza por un conflicto con el que sabe que puede perder, perturbador por ser Shane como es y no poder ser de otra forma: la violencia y sus virtudes como pistolero forman parte de él mismo, y esa naturaleza, aunque de buenos principios, siempre puede arrastrarlo a una equivocación por una emoción que le pueda en una ocasión dada (la violencia crea violencia y ésta no se puede controlar siempre que se quiera); además: la razón no siempre está del lado de uno y esto puede hacer que se tome una decisión inadecuada...algo similar ocurrirá con otros pistoleros conocidos y plasmados en el cine, como con el Doc Holliday de Pasión de los Fuertes, un personaje con el mismo halo de misterio y temido cuando esconde hábilmente su parte más cálida y humana.



Del personaje no se sabe nada anterior a lo que se cuenta, pero se intuye. La vida de un pistolero es violenta, cruel, y no siempre se pudo haber actuado bien, aunque se pretendiera, en un mundo con sus propios códigos en los que sobreviven los más fuertes y las pistolas trabajan para el mejor postor. La redención se busca por un supuesto pecado del pasado, algo en lo que muy bien pudo haber caído Shane. ¿Arrepentimiento? Chris Calloway, protagonizado por el conocido Ben Johnson, estaba con los malos, pero se dio cuenta de su error. ¿No podía tener Shane un algo de Chris Calloway? ¿No se podía haber equivocado y haber actuado mal por el motivo que fuese? En Calloway el error es evidente y parece haberse perpetuado en él antes de su encuentro-desencuentro con Shane; pero en Shane tal vez el pecado fuese inconsciente, mal calculado o producto de una emoción violenta…quién sabe, de ahí ese hastío, esa tristeza.



Su conflicto interior lo amargará por su fondo noble al surgir dudas morales; puede que no merezca la pena seguir por el mismo camino, aunque sea para lo que mejor sirva, pues la línea entre el bien y el mal en un mundo violento es a veces demasiado fina, y el error más factible. Pero querer ser alguien diferente sería otro error, una inautenticidad con la que no podría ser feliz seguramente, con la que no viviría su propia vida sino otra. Ahora tendrá la oportunidad de ayudar a gente buena que lo necesita y que es injustamente atacada por un déspota, a un niño al que quiere dar un ejemplo de dignidad humana, de amistad, de principios y fortaleza (no le importará enseñarle a disparar y le dirá a su madre que una pistola no es mala en sí sino que podría ser mala por la utilización que se hiciera de ella – este diálogo se podía discutir mucho, y más con gran parte de la sociedad americana que estaría de acuerdo con él. Algo que suelta Shane para justificarse y darle algún sentido a su existencia -), junto a un padre valiente y una madre modélica. Los padres de Joey le enseñarán lo que es el trabajo honrado y la civilización (a pesar de que ésta sea primeriza y rudimentaria), la convivencia (a pesar de que el padre actúe con contundencia cuando hay que hacerlo en una pelea tabernaria inigualable... el padre le dará a su querido hijo un ejemplo de solidaridad y amistad cuando ayuda a Shane en la salvaje refriega que acontece en el bar del pueblo donde campan a sus anchas los “antipáticos”).



 



En Raíces Profundas hay una iconografía grandiosa. Imágenes del niño debajo de la puerta del bar con su perro viendo el duelo final (¡Y qué duelo!), miradas que se echan Shane y el pistolero malo, el que actúa sólo por interés egoísta sin importarle ningún tipo de causas, miradas mantenidas, congeladas en el tiempo sin un débil pestañeo que haga perder reputaciones consolidadas, peleas en el bar a puñetazo limpio y ese ceremonial de de intimidaciones y aguante que acontece antes del posible estallido violento, al estilo Rio Bravo, con una exquisita puesta en escena y tomas matemáticas, deslumbrantes en su ejecución; el trabajo que dan las raíces de un árbol que se clavan en el suelo y parecen llegar hasta el mismo centro de la tierra, la forma en la que Miriam (Jean Arthur en un papel hecho con la nada despreciable edad de 52 o 53 años, muy bien llevados, no cabe duda) mira a Shane, la atracción amorosa que existe entre ambos, pero que no puede pasar de deseo porque sus caminos son demasiado divergentes y uno de ellos demasiado espinoso como para arriesgar todo lo más querido (junto a Shane); todo tiene una fascinante presencia y una intensidad mágica, emocionante. El technicolor pocas veces lució tanto, como ese cervatillo inocente que observa Joey entre unas ramas cerca de su casa, y un pequeño perro nunca fue tan buen y cariñoso compañero, las pistolas atraerán y se respetarán al mismo tiempo; Joey sentirá fascinación por ese otro mundo oscuro que sabe que existe, pero que sólo con algunos elegidos, con un componente maldito añadido con el que muchos de ellos (como Shane) no se sienten a gusto y sufren, se experimenta (o sobreviven a él).







El poder visual de Raíces profundas no es nada pretencioso, no hay adornos innecesarios, es sencillo a la hora de verlo, si bien no a la hora de realizarlo, en la concepción: al parecer Stevens dirigió la película desde múltiples ángulos y teniendo mucho material para cortar en el estudio de montaje, algo que se hacía necesariamente imprescindible para concentrar la acción y no dispersarse en aspectos más superfluos o reiterativos que hicieran la película más pesada y no tan ágil como resulta. John Ford, sin embargo, hacía todo lo contrario, y el resultado era el que era, con todo el relativismo que el hecho conlleva.



¿Maniqueísmo en Raíces profundas? Los malos no son tan malos y los buenos tienen sus pequeñas imperfecciones, o lados con alguna que otra sombra, como la que se intuye en Shane. Hay ambigüedades, pero también rotundidez maniquea para que el enfrentamiento sea más peligroso, haya más heroicidad en la ayuda de Shane y en el coraje de los propios granjeros. Esa maldad plenamente oscura, siniestra, casi terrorífica la representará, como no, el pistolero Jack Wilson contratado por el terrateniente (Un Jack Palance sinuoso – no por tratar de ocultar sus propósitos, bastante claros, sino por su estilo, por la manera de mirar, de estar, de moverse –, como una serpiente venenosa)