" cinódromo: junio 2013
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martes, 25 de junio de 2013

Harold y Maude/ Hal Ashby/ Estados Unidos 1971



Me gustó mucho esta especial y emotiva película del realizador Hal Ashby, uno de aquellos directores que junto a otros como Coppola, Michael Cimino, William Friedkin o De Palma dieron en los setenta nuevos impulsos creativos al mundo del cine. El film llega muy hondo; tiene el alma de películas como Vive como quieras (Frank Capra, 1938). La visión del mundo que tiene Ashby de la sociedad que le tocó vivir está modelada con muchísima frescura e imaginación, de una forma divertida y crítica. A esa crítica ayudará una música que nos trae Cat Stevens, cuya elección es un verdadero acierto. El tono que ofrece, con aspectos hippies que tienen que ver con la libertad personal, el amor y el inconformismo es muy adecuado y encaja a las mil maravillas en lo que Ashby nos cuenta.


 
  
En el personaje de Harold hay una rebeldía hacia la madre puesta de manifiesto en un sentido del humor absurdo y un comportamiento excéntrico con el que quiere castigarla por su excesivo control y un convencionalismo que para el adolescente no deja de ser irritante. Su comportamiento será un problema para relacionarse y poder llevar una vida lo más normal posible (aunque el chico sea muy rico), eso hará que vea a un psiquiatra para poder transformar su vida. Las aficiones que tiene no ayudarán a esa “mejoría” querida por la madre. Sus simulacros de suicidio son habituales y expresan lo que siente realmente: un descontento existencial. Harold es un potencial suicida que no se atreve a llevar a cabo dicha maniobra porque aún no está a punto, pero podría estarlo algún día. El chico no soporta la vida. Y es ahí cuando Maude entrará con tambores y trompetas en escena, una anciana a punto de cumplir 80 años. Su aparición será aire fresco para él. Maude es diferente, como el adolescente, pero ama la vida y la vive intensamente, de un modo muy personal y “exótico”. Harold y Maude son dos caras de la misma moneda ya que en el fondo son iguales, pero esas afinidades son experimentadas de modos contrarios: la  optimista y vital de la anciana contrapuesta a la de Harold, depresiva y de un triste negativismo. Es en ese momento cuando la mujer querrá hacerlo cambiar y hará todo lo posible para que reaccione. Lo que hace Maude con el muchacho es darle una lección vital de autoestima llena de energía positiva, de buen rollo y de amor.
 

 



El tono de comedia surrealista le irá perfectamente a esta película en la que encontramos romanticismo transgresor y verdadero, una cinta esta de Hal Ashby que es un canto a la vida, al amor verdadero y desinteresado y a la libertad. El que Maude se comporte como una loca excéntrica hará que el surrealismo cobre protagonismo, pero con una lectura de sus acciones que transmiten un mensaje humano, sensible, coherente dentro de lo incoherente que resulta en un mundo encorsetado, un mensaje comprometido con su ideología. Maude es una antisistema absoluta (antisistema existencial y social, no me estoy refiriendo en este caso a político o económico – que posiblemente también –). No cree en normas y la libertad es su bandera. Si dijéramos que es lo más parecido a una anarquista sensible a la ecología y a la paz creo que no andaríamos muy desencaminados en el análisis, y todo esto con un cierto estilo hippie que resulta curioso por el contraste al identificar cualquiera lo hippie con la juventud, aspecto que en este caso no se da, aunque sí, y de un modo idealizado, el hedonismo humano que existe en su filosofía de vida. Es por todo esto por lo que Harold sentirá una profunda fascinación por Maude, un sentimiento que hará que se enamore de ella; el conocerla bien será imprescindible para que surja un sentimiento puro. A Harold no le importará una diferencia de edad que para alguien convencional sería poco menos que un absurdo, una depravación imperdonable. Ella es para el chico una loca maravillosa, alguien que llena su vida de ilusión, y con quien es feliz. Ambos se compenetran, se entienden, se quieren. 



 
 



La crítica social que se hace es a lo convencional, a lo establecido. El inconformismo y la rebeldía juegan aquí un papel desestabilizador de lo normativo, de lo formal, que en ocasiones es injusto o está lleno de hipocresía. El convencionalismo tendrá cabida en el ejército, en la madre, en la iglesia o en la psiquiatría. La crítica a la guerra y al ejército que se hace se hará ridiculizándolo en la figura del tío de Harold, un militar que resulta algo así como un descerebrado monigote.

miércoles, 19 de junio de 2013

Los girasoles ciegos/ José Luis Cuerda/ España 2008


Trata, entre otras cosas, la  pasión de un diácono a punto de desbordarse en un marco de opresión política y religiosa. Drama que pareciese castigar a los que no se lo merecerían en favor de los que oprimían, a los que habían luchado por la libertad y ahora tenían que esconderse, privándose ellos mismos de la libertad que tanto defendieron, en favor de los que redujeron dicha libertad a la más mínima expresión.
La amenaza para Maribel Verdú y su familia no sólo viene por el régimen sino por un diácono enamorado, o encaprichado (“la carne puede más que la obligación y a eso se le llama lujuria”, le dice en un momento dado el cura al diácono cuando éste le plantea sus dudas), que podría denunciarla si ella no se prestase a corresponderlo en los sentimientos que alberga.


SPOILER (No leer el spoiler en color azul para no descubrir partes de la película)
El drama de todas las muertes que se suceden es bastante descorazonador por la injusticia que se nos ofrece; te deja maltrecho, aunque no esté contado con la fuerza y emoción suficientes como para dejarte más impresionado, como debería suceder en este caso. /FIN SPOILER (Ya se puede seguir leyendo sin problema)

Lo que menos me convenció fue cierto aspecto rancio en algunos de los momentos que tienen que ver con la institución de la iglesia y contados tópicos de la época en la que se desarrolla, como que el wolframio que Franco le enviaba a Alemania le serviría a Hitler para ganar la guerra en Europa, o un machismo descarado cuando el diácono confesaba que era la mujer (Maribel Verdú) la que le provocaba ese deseo no falto de lujuria, como si fuese una diablesa que lo torturaba con sus movimientos sensuales de caderas al andar; ni que decir de la escuela de curas y los niños cantando el himno de España, brazo en alto; muy visto.
Aún así sí se aprecian hechos que fueron incontestables y que son historia viva de una España contemporánea, como el buen entendimiento y absoluta colaboración de la iglesia católica con el régimen franquista, una institución por la que Franco luchó en la guerra como si de una cruzada moderna se tratara, un Franco y su régimen estandarte del Nacionalcatolicismo.
 

Una última duda que me dejó pensando después de haber visto la película de José Luis Cuerda; no llegué a entender la actitud y el comportamiento del diácono
         
SPOILER (No leer el spoiler en color azul para no descubrir partes de la película)
cuando denuncia al marido de Maribel Verdú (un estupendo Javier Cámara, muy metido en su papel y muy creíble, como suele ser costumbre en este gran actor español), gritando todo lo que su garganta le dejaba que en aquella casa se escondía un rojo /FIN SPOILER (Ya se puede seguir leyendo sin problema)

¿Lo hizo por despecho hacia su mujer? ¿Fue porque era un “buen español”? ¿O fue  porque era un buen cristiano? La confesión final al cura que lo solía aconsejar, ¿Qué fue?: ¿Una justificación ante su conducta innoble, o un arrepentimiento sincero? Podría suponerse que si era una confesión sería un verdadero arrepentimiento, parecía que con lágrimas muy sentidas; pero también podía ser una justificación ante su confesor y consejero para que entendiese por qué quería dejar su antigua vocación y así no hubiera la más mínima sombra de duda ante su comportamiento; de ese modo lavaría su culpa, por lo menos ante los ojos de la iglesia, que no así ante los ojos de Dios.





lunes, 10 de junio de 2013

Amén/ Constantin Costa-Gavras/ Francia 2002



 
Los dramas históricos contemporáneos de connotaciones políticas a Costa-Gavras se le dan muy bien. En este caso, sin embargo, hay algún pero que comentaré después.
El tema de la peli es el secretismo con el que el régimen nazi llevó a cabo el holocausto judío (y de otros pueblos, como el gitano) durante la segunda guerra mundial. En un primer período el secretismo funciona, pero pasado un tiempo, y cuando el exterminio se hace masivo, no se consigue tapar más porque comienza a haber fisuras por las que se filtra la verdad, aunque sea en forma de siniestra mirilla (tarde o temprano tenía que ocurrir porque tal empresa, tan grande y monstruosa, no podía ocultarse durante más tiempo); aquí cobra protagonismo un teniente, químico, de las SS que se encarga, sin pretenderlo (gran ironía), de hacer el gas que se utiliza para exterminar a los judíos. Ese teniente es católico y cuando ve en propia persona un capítulo del  holocausto se conmueve profundamente por sus convicciones religiosas católicas; es entonces cuando quiere, desde dentro, hacer llegar la verdad al papa por medio del nuncio del Vaticano en Berlín. Sólo un padre Jesuita, Ricardo, le hará caso y querrá ayudarlo.

Me gustó lo que representa Ricardo, la verdadera conciencia de la iglesia, en contraposición con la hipocresía e intereses mundanos (políticos) de la cúpula católica que actúa sólo con pragmatismo, y del mismo papa. Aquí, y mientras los nazis van ganando, se nota que los verdaderos enemigo de la fe católica son los comunistas, con Stalin como abanderado. Si los nazis se pueden deshacer de ellos en la guerra, no hay motivo para hacerles oposición pudiéndose hacer la vista gorda…


La postura del teniente es noble. Querer ayudar desde dentro para ser un testigo fiable y luego denunciarlo está lleno de buenas intenciones, pero no deja de ser una postura peligrosa, como se puede ver al final. Una pregunta que me hago es por qué no abandonó a  los nazis una vez supo lo que hacían. ¿Tendría miedo a que lo cogieran desertando o a que su familia sufriera las consecuencias? Puede haber algo de eso, pero el quedarse era arriesgarse a que después le tomaran por un nazi más que ayudó al exterminio (y más siendo el responsable de hacer el gas con el que mataban a los judíos – Aquí hay un tema parecido al de la peli El lector… la culpabilidad en el nazismo por la postura que pudieras haber tomado, casi siempre limitada por las circunstancias que te habían tocado vivir –)… otra ironía de lo que se cuenta: el compañero de las SS era un capullo nazi convencido, aunque en las conversaciones con el teniente dejara caer ciertas dudas ambiguas que le daban al personaje un evidente atractivo, sin embargo al final se puede salvar por su sagacidad, todo lo contrario de lo que le pasa al teniente. Uno actúa como hombre bueno, pero no piensa en las consecuencias de su compromiso (por lo que no deja de ser imprudente); el otro actúa como un hombre malo, pero es inteligente para conservar su vida… 


 


Y finalmente comentar que el tema de la peli (el secretismo con el que se llevó el exterminio, sobre todo al principio, antes incluso de los rumores generalizados que ya constataban prácticamente lo que se venía haciendo, y ese interés porque se diera a conocer en los ámbitos de poder en los que se podía denunciar y hacerlo de dominio público, caso de la iglesia católica, a pesar de que esta institución tenía que saberlo: el servicio de inteligencia del Vaticano era uno de los mejores que había, algo que se dice en la peli y que hace que los propósitos de hacerle llegar el mensaje resultasen sino inútiles al menos poco convincentes para darles un protagonismo tan grande) se hace algo cargante y no tiene el recorrido ideal que le quieren dar; eso hará que la sensación de alargamiento sea evidente y que produzca cierta modorra por su monotonía, hecho que hará que aburra un poco, aunque el film de Gavras no deje de estar muy bien contado, sea ágil y tenga la fuerza y presencia características de su obra.

miércoles, 5 de junio de 2013

¿Hacemos una porno?/ Kevin Smith/ Estados Unidos 2008





Siguen las constantes de Smith: cine gamberro hecho con frescura, y transgresor en los temas, aunque esta vez no tanta como en trabajos anteriores, como en el caso de Clerks o Persiguiendo a Amy, ambas excelentes. Se analiza (tampoco concienzudamente) qué es la amistad y a qué conflictos conduce si hay algo más que amistad, si hay amor y si se mete el sexo en medio de las relaciones. Se juega con la sexualidad y la doble moral, o triple, o cuádruple si me ponen. Hay buenos sentimientos dentro de lo que para muchos sería inmoralidad; es como si a Kevin Smith le pareciera lo mismo, o tuviera para él parecido significado, jugar una partida de cartas con unos amigos un sábado por la noche en la casa de uno de ellos, con cervezas apareciendo y desapareciendo sin parar, o comerse unas hamburguesas en un McDonalds un viernes por la noche con toda la familia , que hacer cualquier tipo de extravagancia sexual, sea con una pareja a la que quieres, o no (Blancanieves y sus buenos sentimientos montándoselo con todos y cada uno de los enanitos); pero esto sólo en lo que tiene que ver con la libertad y la falta de casi cualquier tipo de prejuicio sexual ya que al final siempre terminan saliendo a relucir los sentimientos, y eso interfiere en lo que parecía desparpajo descarado, una aparente naturalidad que no dejaba indiferente y no te la terminabas de creer; y al acabarse eso el asunto se vuelve más empalagoso, pero no molesta del todo ya que no deja de haber cierto equilibrio, sobre todo comparándolo con similares películas (que hay unas cuantas) que se ven actualmente en las cada vez menos salas de cine que quedan) que es digno mencionar y tiene su mérito, eso sí: no tanto como el mérito que tenían anteriores trabajos de este director tan echao palante.
 

Y sí que está bien ser liberales en cuanto a la sexualidad; pero sólo alguien que tiene todas esas obsesiones bien asimiladas y en su perfecto orden, como Smith (difícil que cualquier obsesión no tenga un orden en su ejecución), y las lleva hasta ese extremo (con una reflexión punzante y coherente de diálogos dinámicos y elocuentes) saliendo indemne, hay que aplaudirlo sin demasiadas reservas, pero esta vez no tantas (el listón era muy alto) como en sus anteriores, y mejores, películas porque la reiteración de ciertas situaciones y la interacción entre los personajes empiezan a cargar, a pesar de lo cual casi todo resulta divertido y se ve con más o menos agrado. Después de todo Kevin Smith no es como Woody Allen, que, aún repitiéndose en muchos aspectos, como lo hace Smith (las sensación de hacer ambos la misma, o muy parecida, película es patente), resulta más fresco por un ingenio desbordante y porque su complejidad está llena de propuestas que dan mucho más juego que lo que nos suele ofrecer Kevin Smith (es sorprendente el grado de parecidos que se podrían encontrar entre Clerks o Persiguiendo a Amy y muchas de las películas de Woody Allen en cuanto a que es un tipo de comedia de envoltura independiente, cine desenvuelto y refrescante, no así, ni muchísimo menos, entre cualquiera de las de Allen y esta ¿Hacemos una porno?, mucho más palomitera y tonta – en fin: mucho peor peli –) …


 
 


 … y es que en Smith hay mucha simpleza, no sólo en el lenguaje que utiliza sino en su filosofía de vida: su mundo no ofrece demasiadas dudas a pesar de las múltiples transgresiones que aparecen en sus films en lo que tienen que ver con la sexualidad, un cine  primitivo en lo emocional, fácil, a veces hasta infantil, aunque un tanto trabajado en los guiones, y bien servido. Creo que a Smith  ya se le ha pillado el punto y no podría dar mucho más de sí aunque lo intentase una y otra vez porque ese es el mundo en el que más cómodo se mueve y que mejor puede y sabe retratar, pero ya lo ha hecho unas cuantas veces: la sensación de estancamiento es elocuente y reveladora.

lunes, 3 de junio de 2013

De óxido y hueso/ Jacques Audiard/ Francia 2012



No me convenció esta película francesa protagonizada, eso sí, por una maravillosa y absolutamente convincente Marion Cotillard. Hay drama para dar y tomar de muy fácil  propuesta, algo que no deja de enfadarte no sólo por el descaro con el que se exhibe sino porque hacernos sufrir en tales circunstancias es lo más sencillo del mundo. Que produzca tristeza e impotencia es lo normal en tales casos, pero, una vez martirizados por lo injusto y trágico que tiene lo sucedido, la evolución se vuelve plana, intrascendente, insustancial. El pasotismo hermético del protagonista, Alí (el grande y musculoso Matthias Schoenaerts) y su, creo yo (así lo quiero ver), infantilismo no ayudarán a que la relación que mantiene con Stéphanie sea precisamente inolvidable por su romanticismo o la comunicación de unos sentimientos que están ahí (esto se apreciará sobre todo al final), pero que no se notan excesivamente.
 



Al protagonista le llegas incluso a coger manía por esa sosed y ese modo de vivir tan inmaduro, y no lo digo tan sólo porque se dedique a las peleas callejeras cual gallo de pelea para ganarse unas perras sino porque para él es algo importante y le gusta hasta el punto de prestarle demasiada dedicación y hacerlo con demasiado entusiasmo. Viendo videos de peleas en el ordenador con un colega de trabajo semejaba un adolescente rebelde demasiado emocionado para darle crédito.


En fin, que esta historia no me interesó porque la forma de ser del protagonista es artificial en cuanto a que es muy poco creíble y porque no entiendo como alguien que parece más maduro y con más personalidad, Cotillard, puede llegar a atraerle alguien no sólo con un grado considerable de primitivismo sino simple en su modo de ver el mundo y que comunica tan poco y tan mal lo que tiene dentro. El contraste es pretencioso y para mí no cuela. De todas formas, e intentando hacer un ejercicio de comprensión, quiero pensar que lo que le llama a Stéphanie la atención de Alí, lo que le atrae, podría ser el interés que tiene por ella a pesar de haberle ocurrido lo que le ha ocurrido, su dedicación, el trato que le brinda. Ahí hay ternura seguramente y así lo percibe ella. Ternura + fuerza= amor; tal vez esa sea la fórmula por la que ella se enamora. Eso para Stéphanie lo convierte en especial, en alguien bueno que le conviene (a pesar de la peligrosidad que una vida como la que lleva acarrea. De todos modos ella se meterá incluso a manager- apostadora para hacerle feliz y seguir con él, ahí es nada…) al que no hay que criticar por su peligroso “hobby” o por ser tan directo y descarado en ocasiones, por ser alguien que no parece tener compromisos y que sólo se interesa por él mismo (está claro que su hijo le importa, pero deja caer ciertas dudas de un modo barato), comportándose a veces mal con él, con cierta violencia, cuando éste le toca demasiado las narices (esto, naturalmente, sólo quieren hacérnoslo creer, y ahí está el truco, un truco que resulta demasiado sencillo de pillar y que ves hacia donde va sin dificultades), y siempre con un punto un tanto chulesco y pasota que crispa al más pintado. Su fuerza física y sus cojones puede que ayuden a que la chica sienta esa atracción a la que me he referido.



 


Lo que más me molesta de esta película es que no me creo la relación; me parece extrañamente inauténtica, falsa para ser más claros, vacía de arriba a abajo. Vemos una historia en la que, curiosamente, parece no pasar nada a pesar de que la tragedia que contemplamos y el sufrimiento son tan sólo cebos para mantener un interés que no es despertado por ningún otro motivo. ¿Originalidad? Sí, hay originalidad por el contraste rebuscado, pero eso no es suficiente para que convenza: originalidad no siempre es sinónimo de autenticidad. A veces se es original como si de un rara avis se tratara, como un capricho de la naturaleza, por diferente - raramente diferente - o extraño, pero eso no tiene porque ir unido a efectividad (Pragmatismo, coherencia) o belleza (equilibrio). Eso sí, la parte final arregla un tanto el desaguisado, aunque entre en terrenos más conocidos y sea más convencional (lo que para otros sería la peor parte. La mejor sería esa trasgresión del romanticismo que se hace tan burda) y no está mal, pero no hasta el punto de considerar que hayamos visto ninguna maravilla, desde luego. ¡Qué diferencia entre la extravagante relación de los protagonistas de Malas Tierras, de Terrence Malick, y la que mantienen Alí y Stéphanie en De óxido y hueso! Para mí los “extraterrestres” de Malas Tierras ganan por goleada, si bien es cierto que en De óxido y hueso sólo uno de los dos es el “extraterrestre”, con “arreglo” final para que el componente marciano no sea tan cantoso.

PD: @ngel, siento haber visto la peli de un modo diferente al tuyo. No siempre se puede coincidir  :-D  Un saludo y gracias por recomendármela de todos modos.